29 abril 2009

Crónica Borrador de una escena Nocturna -sin pretenciones de más-

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foto: Quimera Rosa

Matemáticas nocturnas reload


Cinco vasos con alcohol sobre la barra
Cinco personas, un bar vacío
Un tecno-ojo maquínico compenetrado
Un sonido detallado y a punto de desmayar
Un lápiz de ojos
Ninguna música
Cantidad X de rallas
4 pares de guantes negros de latex
0 condones
Cantidad X de sexos
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Escena nocturna

Sigo sentada sobre la nevera de la barra. Mi falda se ha levantado poco a poco. No llevo bragas, él ha cortado mis medias con una cuchilla y mi sexo recibe abierto el frío de la nevera. Fumo, y de a ratos me masturbo, cuando el frío de la nevera comienza a hacer insensible mi sexo o cuando lo siento demasiado caliente por lo que la escena ofrece a mis ojos. Lxs miro a lxs dos, me excito con sólo ver el placer que están teniendo en sus miradas. Están disfrutando de una intimidad, de una conexión y yo soy una voyeur que disfruta con ellxs.
La sangre brota elegantemente de la pierna de ella y dan ganas de chuparla. Los guantes de latex negros que cubren las manos de él acarician su pierna, buscan más. Un corte más, una aguja más. Ella quiere más…que placer, él sigue, el pacto está firmado y aun no se ha llegado al límite.
De rato en rato, de unx en unx buscan mis ojos y yo los de ellxs. Buscan una confirmación de que sigo allí, de que miro, de que disfruto con ellxs. Mi excitación crece. Me pierdo en mi placer, cierro los ojos y mis dedos penetran mi sexo hasta donde pueden llegar. Cuando vuelvo veo que los ojos de él están sobre mi sexo. Está mirando como me masturbo. Su mirada me perturba y me excita. Pierdo por un momento mi sitio de voyeur, me siento observada. Mis dedos atrapados en mi sexo se mojan aun más.
Él me invita a ocupar su sitio. Tengo una tarea: quitar una a una las agujas con las que ha penetrado con tanto placer en la pierna de ella. Nunca lo he hecho, pero no dudo un instante en ir donde me pide. La conexión es tal que la reprogramación interna de mi ser se hace por sí sola, flujos sexuales me recorren y me reprograman para todo lo que pueda darme placer. Soy una máquina reprogramable.
Deslizo unos guantes negros en mis manos con un poco de dificultad, mis manos están húmedas y pegajosas. Ocupo el lugar de él, sentada en un taburete frente a ella. Abro mis piernas para poder acercarme más. Su pierna, ahora entre las mías, me ofrece perversamente, un dibujo de sangre seca y agujas en cruz sobre su piel blanca, todo contenido entre el espacio pequeño que deja su falda y las medias que suben hasta arriba de la rodilla. Su rodilla casi acaricia mi sexo. Nos miramos, su mirada irradia placer. Firmamos otro pacto: también se entregará a mí. Acaricio su pierna, nos miramos, presiono con mis dedos en el centro de las cruces de agujas. No hay tensión, ella está entregada y no hay dolor que no pueda convertirse en placer. Disfruto con ella, voy a des-penetrarla. Juego con las agujas, lentamente pero con decisión. Mi sexo se moja ahora sobre el taburete. Él está detrás de mí, siento el calor de su cuerpo y su respiración agitada muy cerca de mi oreja, me da indicaciones, me incita al juego.
Sin buscarlo, me encuentro en medio de la escena que estaba mirando, pero no hay cortocircuito posible. Como un conductor de electricidad me encuentro en medio canalizando placeres que circulan por mi cuerpo pero que no se quedan allí, siguen su camino. Son flujos que me recorren. Estamos lxs tres recorridos, atravesados. Estamos lxs tres conectadxs.

En estos momentos comienzo a perder la noción del espacio –la del tiempo la he perdido hace rato pero imposible saber cuando-, y es que he perdido del todo mi sitio de voyeur. Sólo me limito a sentir. Las miradas son la única referencia que tengo de lo que está sucediendo, los ojos como conductores de pactos e invitaciones. No sé en qué orden se suceden las cosas, pero no me importa, estoy dentro de ellas. Puedo sentir al detalle qué flujo sexual y qué corrientes eléctricas me conectan con cada unx en cada momento. No necesito más.
Mis dedos siguen quitando agujas, cuántas van? Cuántas quedan? Él no se queja, quiere más. Su mirada sigue entregando placer. Está entregado al placer. Ella sigue detrás de mí. Me inclino hacia atrás, quiero sentir su cuerpo más cerca del mío, me giro y encuentro su boca, nos besamos, nos miramos. Siento sus manos como una bruma por alguna parte de mi cuerpo como si realmente no llegaran a tocarme, quizá no lo hacían, pero lo que sí siento es la rodilla de él entrar con decisión entre mis piernas. Siento restregar su rodilla recubierta con una media sobre mi sexo. Veo que en su pierna aun queda una aguja, y sus dedos juegan con ella mientras nos observa a las dos. Él juega con la aguja que penetra su piel, ella mira. Ella coge con su mano de latex la última aguja y la mueve en busca de un signo de dolor…imposible él está entregado. Yo miro. Nos besamos lxs tres. Encuentro los ojos de ella. Los miro besarse. Encuentro los ojos de él. La última aguja ha desaparecido entre los dedos de latex de ella. Él ha sido penetrado-des-penetrado. Nos besamos lxs tres. Ella, besos, él, miradas, X, sexos. Huele a sexo. A múltiples sexos.




a Yan, a Urko.



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