Experimentos
eléctrico-químicos procesando sexo y género.
¿Quién
eres, mi amor?
XX? XY?
XXY?
Llevamos
el código puesto, y pita cada vez que pasamos la puerta del baño.
H? M?
Entramos
juntas y follamos. Una historia. La nuestra.
Una
Historia de Q, una historia de A. Una historia X. Gode is love.
H+H?,
H+M?, M+M?
Des-generar
el género para encontrarse. Las Quimeras existen y son rosas.
Dada
pasea por 20 siglos de siglas y saca su dildo. La Gioconda es trans y se lo
pasa bigote.
Devenir
en deseos que se hacen carne. Donde una misma dibuja los
territorios
del placer ¿Me das o te doy por culo?
El sexo
es una química programada y re-programable. Nos toca mutar, mi amor.
¿Otra raya? ¿Cuántas somos?
Multiplicarnos
en vez de reproducirnos.
Pervertirnos.
Y con elegancia. Guantes de látex puestos. Ser anormales para
poder vivir. We don't like the straight way.
Cuerpo
como texto, pretexto, escrito, re-escrito, subscrito; a nuevos
sexos
hechos y des-hechos.
Plástico
que se hace carne, carne que se hace plástica. Derretida,
moldeada,
siliconada, deformada, reformada, lubricada, mojada...
Hecha a
medida.
XQ
Más
que proyecto o colectivo la Quimera se define como laboratorio. Un
laboratorio de experimentos que, usando diferentes técnicas y
herramientas que van desde la fotografía, la performance, el video y
los talleres hasta la escritura, busca crear, inventar y mostrar
identidades plásticas que nos permitan establecer modos de relación
que resistan a la normalización del binomio sexo-género. Haciendo
del cuerpo una plataforma de intervención pública y concibiendo la
sexualidad como una creación artística. Somos unas trabajadoras del
cuerpo: lo usamos, lo modificamos, lo transformamos. Hacemos política
del propio cuerpo en la búsqueda de identidades hibridas y no
naturalizantes, experimentando con prácticas sexuales que no
reproduzcan el orden heteronormativo en vigor.
Nuestros
experimentos no son el reflejo documental de una sexualidad en la
medida que esta misma sexualidad está en parte construida por esos
experimentos, pero tampoco son una creación en sí, en la medida en
que no hay nada simulado en lo que se puede ver en ellas. Como dice
nuestra mamá post-porno, Annie Sprinkle, “las relaciones sexuales
son siempre performance artística”. Las técnicas artísticas que
utilizamos nos sirven, principalmente, como herramientas para
presentar una realidad vivida; hacerla visible y dar espacio a
sexualidades no representadas por el imaginario dominante.
Si
el porno es una de las principales técnicas de producción del
sistema sexo-género, queremos apoderarnos de él para crear nuestras
propias realidades. Queremos desdibujar el límite establecido entre
público y privado, límite que sólo sirve para naturalizar ciertas
prácticas sexuales, encerrándolas en una esfera privada en la cual
se consumen los códigos y prácticas públicamente avalados.
La
sexualidad es la herramienta de reproducción de una especie que se
instituye culturalmente cómo animal, cuando puede ser la principal
herramienta creadora de una especie que se reconozca como cyborg.
Somos quimeras y las quimeras existen. Mezcla de carne, plástico,
datos, moléculas, silicona, máquina...Nuestra naturaleza es la
prótesis.
Configuramos
nuestros deseos como hechizos de una política nocturna que antes
recibía el nombre de brujería. Brujería: el cultivo sistemático
de la conciencia dilatada o de la percepción no ordinaria y su
despliegue en el mundo de los hechos y los objetos para convocar los
resultados deseados.
Arte:
nombre que las brujas daban a su actividad, su “ciencia”, la
brujería.
Experimentando
identidades trans-género y buscando realidades postgénero,
representamos nuestra sexualidad para crearla. Buscamos, dildo en
mano, vías para desdibujar una larga lista de binomios:
hombre/mujer, homo/hetero, natural/artificial, normal/anormal,
público/privado, representación/vida. Y, mientras existan estos
binomios, seguiremos reconociéndonos como anormales para, así,
poder seguir viviendo...
Quimera
Rosa
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